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Marina es una mujer preparada. Ha cursado una carrera y es moderna. Ella y su marido son personas muy modernas. Antes de acabar todas las asignaturas del último curso se casó y tuvo un bebé. Su marido, que había hecho una carrera más corta que la suya sacó una plaza en un pueblo y se fueron a vivir allí. Después de ese niño nacieron dos más. Marina acabó la asignatura que le faltaba pero Marina pensó que eran incompatibles dos puestos de trabajo con la familia que había formado. Si ella hubiera optado por tener también una plaza, hubieran tenido que separarse durante la semana, los niños hubieran necesitado comer en el colegio, quizás que los recogiese otra persona. Fue pues Marina la que se quedó al cuidado de todos y siguió a su marido por todos los pueblos que le iban tocando. Ella estaba disponible para ellos.

Con el tiempo Marina tuvo malas rachas un poco depresivas, se sentía encerrada, pero siempre manifestaba ante sus familiares y amigos la necesidad que tenía de estar muy disponible para ser ama de casa y cuidadora.

Sin embargo, cada vez estaba emocionalmente más inestable, una baja autoestima, no había aprendido a conducir y hasta cogió una enfermedad crónica.

El colmo de su malestar fue una conversación en la que estaba con unos amigos y hablaban de la organización familiar y doméstica. Ella manifestó que estaba enfadada porque sus padres la habían educado en la norma de que la mujer cuidaba del hogar. Su amiga, sin embargo, nunca había concebido su vida sin trabajar y esto independientemente de tener marido e hijos. El marido de Marina terció en el mismo sentido. El no concebía su vida sin trabajar. Contó con detalle los sacrificios que estaba dispuesto a hacer para obtener un puesto de trabajo acorde con sus expectativas y todos comprendieron que el trabajo del marido no hubiera sido negociable en la pareja.

¿Por qué había sido tan fácilmente negociable el trabajo de Marina?
¿Por qué no se ocurrió hablarlo y arreglar con su marido la cuestión de que ambos trabajaran?
¿Por qué tuvo que hacer tantas concesiones para formar una familia cuando el trabajo de las mujeres es hoy una idea asumida?
¿Cómo puede ser que después de formarse y de aprovechar la oportunidad de ir a la Universidad, cosa que no había hecho su madre, había cogido el mismo camino del trabajo del hogar?

Marina después de todas esas ventajas que nos ofrece la sociedad tenía la misma percepción de los derechos de las mujeres que su madre y su abuela porque muchas mujeres jóvenes siguen perpetuando los roles.

Afortunadamente, tomó la decisión de cambiar y con un poco de ayuda, Marina comprendió que salir de casa para trabajar no era una traición a su familia, que estar fuera, tener compañeros y cosas en qué pensar distintas a los constipados de sus hijos era saludable incluso para sus propios hijos. Encontró un trabajo, volvió a la universidad para reciclarse, se acostumbró a la vida del "exterior", a las prisas… estaba muy contenta y muy activa. Su marido también estaba muy contento, el clima de la casa había mejorado mucho.

Lo que me impresiona en la historia de Marina es el poder normativo que los roles de género siguen teniendo todavía para muchas mujeres. La conducta de Marina seguía la conducta que una mujer debería tener, la expectativa social de que las mujeres dedican su atención a los hijos y el marido más que a ellas mismas, y esto sin necesidad de una gran presión por parte de su familia, solamente con la persistencia de la norma social. Otras mujeres trabajan y también sienten una gran culpabilidad por hacerlo ya que tienen sensación de abandonar a sus hijos por no estar enteramente dedicadas a ellos.

¿Dónde está escrita esta norma tan poderosa? Sin duda en la mente de Marina, donde era preceptivo ocuparse de esa forma con su familia, no negociar su trabajo con su marido a pesar de compartir sus vidas, donde el trabajo de su marido tenía prioridad absoluta… un mensaje codificado y asumido que le costó años apartar.

El coaching le permitió organizar el tiempo, separar el amor que sentía por sus hijos de su ocupación exterior, librarse de la culpabilidad de salir de casa todas las mañanas y tener otras preocupaciones, de dejar a sus hijos en el comedor escolar… Una vez organizada la vida cotidiana, se pudo dedicar a su nueva vida profesional, la que hasta el momento se había prohibido vivir.
Como Marina muchas mujeres de nuestros países desarrollados aún siguen presas de estas reglas. Sin concederse derechos, sin pedir, sumisas, sin saber que ya no es necesario plegarse a esas expectativas sobre las cualidades femeninas de la voz dulce, la abnegación y la paciencia. La sociedad acepta mujeres atrevidas, con personalidad determinada y con grandes ambiciones.
Las mujeres podemos seguir nuestro camino.
Las barreras existen en la sociedad pero también se encuentran en nuestras mentes.

Mujeres modernas y preparadas 
Coaching para mujeres